Jesús el Judío

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Cualquiera que tenga la curiosidad de dar inicio a la lectura del Nuevo Testamento encontrará desde el principio que está abriendo un libro profundamente judío. Las primeras líneas hacen referencia a Jesús “hijo de David, hijo de Abraham” (Mateo 1, 1) para, acto seguido, introducir una genealogía que está referida al pueblo de Israel y que incluso se agrupa midráshicamente en un número de generaciones que coincide con el valor numérico del nombre David.

Semejante circunstancia puede sorprender al judío que desconoce a Jesús y, por supuesto, a aquellos que creen seguir a Jesús y que nunca lo relacionarían con Israel. Sin embargo, los hechos objetivos son innegables. Al término de nuestro estudio, también podemos señalar que nuestras conclusiones son obvias.

Jesús, hijo de Abraham: Descendiente del patriarca al que Dios formuló las promesas dirigidas al pueblo de Israel, miembro del pueblo judío, Jesús fue circuncidado al octavo día. Su familia fue piadosamente judía. También fueron judíos con fuertes inquietudes espirituales sus discípulos. La misma vida de Jesús fue la de un judío piadoso que guardaba el shabbat, celebraba las festividades de Israel y amaba y respetaba profundamente la Torah que había; “he venido a cumplir y no a anular” (Mateo 5, 17).

Jesús, hijo de David: Perteneciente a la estirpe del rey David a través de una rama seguramente secundaria, se presentó además como el mesías. Sin embargo, su visión de la mesianidad estaba enraizada con los Cantos sobre el Siervo de YHVH de Isaías. Ese Siervo-mesías-Hijo del Hombre era mayor que Jonás y Salomón. (Mateo 12, 41-42; Lucas 11, 31-32).

Como tal mesías, anunciaba que el Reino había dado alcance a sus contemporáneos (Mateo 12, 28) y convocaba a todos a la teshuvah, al arrepentimiento. Como tal mesías, moriría expiatoriamente por los pecados de Israel, aunque buena parte de su pueblo no lo entendiera y lo considerara castigado por Dios (Isaías 53) y aunque desde el s. I no hayan sido pocos los judíos que han quedado persuadidos de que era el mesías y que por creerlo no han pensado perder su condición de parte de Israel. Como tal mesías, sería luz para los gentiles (Isaías 42, 1 ss)

Jesús, Hijo de Dios: Jesús además fue consciente de vivir en una relación especial con Dios que no tenía paralelos en ningún otro ser. A él podía llamarlo abbá, papá, no en un sentido buenista de Dios, sino como el Ser con el que tenía una intimidad incomparable (Mateo 11, 25-27).

Esa intimidad iba a provocar un giro radical en la Historia de las religiones porque acercó extraordinariamente al Creador hasta sus criaturas, tanto como no lo había estado antes. A la pregunta – sobrecogedora, terrible, escalofriante – de: ¿dónde se hallaba Dios en Auchswitz?, el judaísmo no ha podido responder cabalmente, tanto es el horror que su simple formulación provoca.

Sin embargo, para los que creen que Jesús es hijo de Abraham, hijo de David e Hijo de Dios, el Siervo de YHVH ofrecido en expiación por los pecados de la Humanidad, la respuesta es que Dios estaba en la persona de Su Hijo, enviado al mundo por amor, colgando de una cruz y que lo reivindicó resucitándolo de entre los muertos.

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