Luego Moisés añadió: «El Señor les dará de comer carne por la tarde y los saciará con pan por la mañana, porque él oyó todas sus quejas contra él. ¿Qué hemos hecho nosotros? Así es, las quejas de ustedes son contra el Señor, no contra nosotros». Éxodo 16:8 (NTV)
Hay una diferencia entre quejarse y lamentarse. El lamento—visto en historias como las de David, Ana y a lo largo del Nuevo Testamento—es una forma de oración que expresa una profunda necesidad y dolor y se convierte en un camino hacia la esperanza. El lamento invita a la provisión del Señor. La queja, en contraste, acusa. Quejarse pregunta: “¿Por qué me has hecho esto?”. Lamentar pregunta: “¿Quién es el Señor, y cómo quiere encontrarse conmigo?”.
Los israelitas estaban realmente hambrientos. Estaban en un desierto estéril y necesitaban provisiones. No fue su necesidad lo que disgustó a Dios, sino su queja.
¿Por qué? Porque la queja revela una profunda desconfianza en la fidelidad de Dios y envenena los corazones de la comunidad. La queja es contagiosa. Como un incendio forestal en verano, se propaga rápidamente, causando un gran daño.

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Estos devocionales hacen parte de una serie de la igleia Brookwood church, Simpsonville SC.